Chikago's Doors

[ 26.6.03 ]

 

De vocaciones e invocaciones.

El otro día leí en el blog de Ave&Puck, un post con el título "Mamá, quiero ser artista".

Esa frase es el súmmum vocacional humano pero, tristemente, más descriptivo de condición que accesible de facto.

En este mundo que nos ha tocado vivir, existen 3 clases de personas, a saber...

Los de clase A, que un día siendo enanos descubrieron su vocación y dirigen cada paso que dan a lo largo de este camino que llamamos "vida", a llegar a su meta.

Indubitativos y seguros de sí mismos es como se muestran ante lo que les rodea, aunque no es más que la transplantación de una personalidad coherente.

Su vida quedó escrita el día en que el bombero apagó el fuego de una papelera de su clase de 3º de EGB, el día en que al músico le regalaron un órgano eléctrico marca FEBER, el día en que el banquero recibió 5 duros (0, 15 euros) del Ratoncito Pérez o el día en que el atleta corrió más que el frutero al que le acababa de robar una manzana, cuando pasaba las vacaciones en el pueblo de su madre.

Luego están los de clase B. Los que esconden su indiferencia a través de la tergiversación de la circunstancia.

Son ésos que excusaron a través de la vocación la elección de Medicina, cuando realmente lo único que buscaban era seguir a la niña rubia que les encandiló en el bachiller. Son ésos que dicen gustar de ir al apartamento en Calafell con sus dos hijos, aunque se morirían por hacer de Rodríguez. Son aquéllos que consiguen un trabajo en una correduría de seguros (a través de ETT) y dicen que siempre les gustó ese mundo.

En definitiva, son los que necesitan parecer seguros de sí mismos, necesitan sentir que tienen el rumbo de su vida controlado cuando no van más que a golpe de pito.

Pero no se les puede negar su humanidad: si hay algo más humano que invocar una vocación, es inventarla.

Y, finalmente, estamos los de clase C. Los peores.

Somos aquéllos que, a punto de acabar nuestra juventud, a punto de meternos en hipotecas a perpetuidad, a punto de que empiecen a morir neuronas, a punto de cambiar la feliz libertad por la sumisa rutina... aún no sabemos qué narices queremos ser de mayores.

Personalmente, he probado o querido probar de todo. Desde vaquero (según la respuesta que di a un test de Planeta con 6 años), hasta astrofísico, pasando por científico, informático, psicólogo, filósofo, filólogo, historiador de la antigüedad, director de cine, guionista, publicista, empresario e, incluso, detective privado (sic.).

Claro que, por gustar, siempre he querido ser Salvador de la Humanidad. ¿Alguien puede indicarme qué estudios debo cursar? ¿Cuál es el sueldo medio de un Salvador, aunque sea en categoría auxiliar? ¿Cotizan en la Seguridad Social? Digo yo que cobrarán plus de peligrosidad, ?no?

Decididamente, se equivocaron al parirme en esta época.

Christian.

| Las Rutas de la Salamandra [19:56]